¡Ni Dios basta!

Hoy me han regalado a Dios con la fe de los mejores,
en un pomo de perfume y frente al templo lúgubre
donde con versos ven luces. Donde con ruegos y rezos
del cielo se caen las nubes que anteceden aguaceros,
donde del suelo revuelto brota un candil hecho en
hierro portado por un santo ciego; donde en la cruz de
costumbre pernocta un cuerpo sediento atado a un leño..

Pues hace siglo que no vemos descender al pordiosero.

Y el universo arde en fuegos resucitando al viajero
polvoriento. Sangra su carne al madero y su corona
de espinas le encona vellos y lengua, la sal le quema
la melena y se da muerto en objeto frente a una
lanza maldita. Y ni su madre la diva obró de virgen
bendita, ni sus discípulos describieron la primicia; ni
nadie lo salvó por bueno, ni por pena, ni por migas.

Y las hormigas divinas, con gusanos se lo comieron.

Porque de humano lo vieron ser cronista de otros
tiempos. Y hoy las dotes del convento se crucifican
los nervios; y nadie dice que lo ha visto ni siquiera
en pensamientos. Aunque el hombre barbudo y
feo, no se haya resignado al intento y viva eterno
en su clérigo. Y le respondí: – Yo no quiero a un Dios
que ha muerto; y no me interesa como ejemplo…

¡Pues si advierto su flagelo mató pueblos!

Las religiones y credos yo las respeto y es cierto,
pero no creo ni en mi abuelo, que creía en sus
ancestros. Y no veo por qué, si no veo, tener que
inventar misterios. Ni abdicar de la materia que
dio el hierro, ni flaquear porque me falte un
mensajero. Ni plegarme ante un cuaderno más
intenso, ni querer si solo quieren verme lejos.

El ser bueno es lo que hago; ¡y a mi basta con eso!

Hoy me han regalado a Dios en el Olimpo perfecto,
la juventud que da amor me lo sirvió en plató lleno,
con argumentos sinceros pues los creyentes van
lejos para convencer perdiendo; a quien busca otros
remedios más eclécticos. Y le respondí: ¿perdón? No
ves que revuelo lejos cual buen fénix el desierto; por
favor tómalo entero, pues yo tengo otros preceptos.

Y me miró, sonriendo a quien les cuento; y yo pensé
a un verso nuevo, pues ni Dios basta a mi ingenio.

¡Ni nadie profetiza desde un hueco célico encendiéndolo!

Picture courtesy of Ariel Arias